Como en el post de las cacas, advierto que si a algun@ os revuelven las tripas estos temas...mejor no me leáis. Pero yo esto lo quiero recordar, y necesito escribirlo.
La vida de un niño, y la de unos padres, están llenas de primeras veces. Hay algunas preciosas, como el primer "papá", la primera sonrisa, los primeros pasos...momentos idílicos para cualquier padre. Pero hay otras que no por menos agradables dejan de formar parte de la paternidad, de la vida misma. Y como casi siempre, te pilla con una mano delante y otra detrás.
Eso nos pasó ayer con el Gnomito. Íbamos en el coche felices a eso de las 4 de la tarde, dispuestos a pasar la tarde en casa de unos amigos, merendar, que nuestros niños jueguen juntos...en plan era inmejorable. Además, el Gnomito iba dormidito plácido y feliz en su silla, el sol brillaba, los pájaros cantaban....y de repente, dormido, una tos, dos.....ZAAAAAASSSSSS!!!! Una fuente a presión de puré de ternera, danonino de fresa y plátano y varias patatas fritas que habían caído de postre. Y mi única arma de retención era un triste y miserable cleenex, incapaz de contener semejante manantial.
A todo esto, andábamos en plena autovía M-50 con sus 4 carriles y ninguna salida para poder parar. Papi mirando el espectáculo por el espejo retrovisor. Recuerdo todo esto como a cámara lenta...Finalmente el Gnomito para de vomitar, y se pone a llorar como un loco, Papi a 140 por la autovía buscando por dónde salirse y parar. Finalmente nos metemos en una carretera de peaje y en el mismo peaje, logramos parar.
Por milagrodivino veníamos de casa de los abuelos y teníamos una bolsa de ropa, con lo que pudimos poner limpio al Gnomito (no así a mi misma), que en cuanto se vio libre de vómito empezó a corretear por la zona y a decir adiós a los aviones que despegaban de la cercana pista del aeropuerto, más contento que unas pascuas. Mientras, Papi y yo haciendo un máster intensivo sobre Ingeniería Sillil, más conocido como "cómo leches quitar la funda a una silla de coche". Al final hubo que desmontar la silla y sacarla del coche, para facilitar la operación, que concluyó con éxito por fin. Eso sí, la silla sin funda no es más que una silla de corchopán de color blanco, así que ahí sentamos al Gnomito y el angelito hasta se durmió en su silla de corcho.
Crisis más o menos superada. Digo más o menos porque....oh, el olor. ¡¡Diooooos qué olor!! Puedo oler la caca más apestosa sin inmutarme, pero el olor a vómito me hace solidarizarme y tener ganas de vomitar también.
De vuelta a casa (nuestra merienda con amigos se canceló por el miedo a ser portadores de un niño-virus-contagioso), en otra operación de Ingeniería Sillil, Papi consiguió desmontar todos los tirantes y enganches de la silla. Yo froté y froté todo con agua y fairy. Y puse el ambientador a tope de fragancia. He de decir que ya no huele nada.
Otra cosa fue quitarle el olor a los tirantes y enganches, pero ole ahí, nuestra amiga internet (a veces enemiga como ya contaré mañana), resulta que metiéndolos en una mezcla de agua y vinagre...voilà, fuera olor a vómito!
Ahora nos queda el nivel avanzado de Ingeniería Sillil, que es volver a montar todo como estaba....
Lección aprendida: Meter bolsas y bolsas de plástico en el coche, y un paquete de toallitas, y siempre, siempre, llevar ropa de recambio. No evitaremos los vómitos, pero quizá minimicemos la catástrofe....
Madre mia! Qué aventura! Espero que no sean muchas en un futuro. Por si acaso, haceis más que bien en tener aprendida la lección y cargaros de todo el equipo!!
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