martes, 16 de julio de 2013

Volver al trabajo

Ya llevo 4 meses y 26 dias trabajando desde que teminé mi baja maternal+lactancia+vacaciones. Ya veo muy, muy lejano aquel tiempo de levantarnos a las 9, de salir a pasear por la mañana y tomar café con las abuelas sobre las 11. De comer deprisa y corriendo en el ratito que el peque me deje. De dormir la siesta con mi Gnomito mientras esperamos a que Papi vuelva del trabajo.

Lo cierto es que soy afortunada de tener un trabajo al que volver, y además, la fecha en la que nació mi niño me cuadró fenomenal para no gastar las vacaciones de 2012 y poderlas acoplar a la baja maternal. Me incorporé a trabajar cuando el Gnomito tenía casi 6 meses.

Un mes antes, en plena lactancia materna exclusiva, pensamos que sería bueno que nuestro bebé supiera lo que es un biberón, con leche materna extraída, pero que se fuera acostumbrando al bibe para cuando las abuelas tuvieran que dárselo. Así que un buen día, después de unos cuantos meses de estar el 100% del tiempo pegada a mi pequeño, decidí asistir SOLA a una merienda con mis compañeras de trabajo, para hacernos el regalo del amigo invisible que hacemos para Reyes. Estuve fuera de casa 3 horas. Le dejé a Papi un biberón con leche materna, por si el peque tenía hambre.

Ya de vuelta a casa, fue meter la llave en el portal y empecé a escuchar los berridos de mi cachorrillo. Subí hasta mi casa corriendo por las escaleras, volando casi! yo creo que ya me iba sacando la teta y todo por la escalera. Y me encuentro al niño hipando del disgusto, a Papi pálido y descompuesto, y el bibe....enterito. El Gnomito tenía hambre y por sus mini-coj...*%&"$** no había querido tomar leche en el biberón. Al parecer llevaba berreando 1 hora ante la desesperación de Papi que ni con bibe, chupete, canciones o distracciones varias había conseguido calmarle. Fue ponerle al pecho y hasta volteó los ojillos de placer. El pobre Papi no había querido llamarme para no amargarme mi primera escapada, y a su vez con la esperanza de que enseguida se calmaría.

Fue ahí cuando empecé a ser consciente de que en pocas semanas tendría que volver a trabajar, y me horrorizaba pensar que mi niño no comiera, y no solo eso, sino que estuviera con un berrinche así hasta que yo llegara. Así que nos entró la neura de intentar que el niño cogiera el biberón. Fueron varios intentos. Yo me tenía que esconder en alguna habitación para que ni me viera ni me oliera, y Papi se comía el marrón. Porque era un marrón. Era berrinche asegurado. Intentamos con mil tipos distintos de bibe. Incluso con un chupete de esos de dar medicinas. Y nada.


Decidimos empezar con la cuchara. Aquí ya estábamos a dos semanas de mi incorporación. Le introduciríamos los cereales sin gluten y haríamos un poco de papilla. Esto funcionó mejor, aunque comer, no comía mucho, pero bueno, algo le entraba. Al menos esto me sirvió de consuelo pensando que durante mis horas de trabajo alguna cucharadita de cereales se tomaría, que no se iba a morir de hambre vamos.

En ese momento no contaba yo con la INMENSA CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN que tiene nuestro bebé.

He de decir, que tras todas las penurias pasadas con el biberón y la cuchara, al tercer día de mi incorporación el Gnomito tomaba biberones que daba gloria verlo. Y encima los de Mercadona, después de haber probado los bibes más sofisticados que imitan el pezón materno.

Otro punto crítico. ¿Quién cuidaría a nuestro bebé? Este punto estaba claro desde el test de embarazo casi. Las abuelas. Tenemos a las dos abuelas cerca, disponibles, y deseando cuidar del Gnomito. En mi infancia siempre tuve una abuela preferida. Mi yaya. La otra era mi abuela, pero mi prefe era la Yaya. La que siempre nos cuidaba, la que siempre estaba cerca. La otra vivía en el pueblo y la veíamos mucho menos. Yo no quería una abuela preferida para mi niño. Ya que las tiene a las dos cerca, queríamos que las dos fueran igual. Así que se lo turnarían, una semana cada una. Teníamos nuestras dudas de que el cambio semanal de abuela y de casa fuera un trastorno.

Una vez más, el Gnomito nos sorprendió con su INMENSA CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN. Come, duerme, juega y está feliz en las dos casas y con sus 4 abuelos.

Para nosotros no había mejor opción que esa. Las abuelas conocen perfectamente al niño desde que nació. He quedado con ellas cada día durante mi baja. Me daba una tranquilidad enorme dejar a mi hijo con ellas.

De hecho, el día de mi vuelta al trabajo no lloré. Me fui contenta, con ganas de reencontrarme con mis compañeros, hasta me compré ropa nueva y material de oficina chulo (bolis de colores, post it bonitos)...como si fuera la vuelta al cole. En el coche mientras iba de camino iba con la música altísima y cantando (cosa que llevaba meses sin hacer porque siempre llevaba al Gnomito conmigo). Y acompañada de mi saca-leches, of course.

Porque íbamos a seguir con lactancia materna. Porque queríamos que los biberones que le dieran las abuelas fueran de mi leche. Así que más o menos a la mitad de la jornada, me disponía a sacarme leche para mi niño. La estampa no tiene desperdicio. La menda encerrada en un vater. Sentada sobre el mismo, tetas al aire, movil sobre la cisterna (para controlar el tiempo que llevaba ahí dentro...y por si alguien del curro me reclamaba). Durante unas semanas todo fue bien, me sacaba suficiente leche para las tomas del día. Pero poco a poco la producción fue disminuyendo. Cada vez tardaba más en conseguir un bibe. Y no podía ausentarme de mi sitio tanto tiempo. Había decidido disfrutar mi permiso de lactancia acumulado a mi baja y ahora no era justo estarme una hora metida en el baño sacándome leche. Así que al mes de incorporarme, dejé de sacarme leche en el trabajo.

Aún así nuestra lactancia siguió unos meses más, aunque ya fuimos introduciendo leche de fórmula, cereales, verduras, frutas...y como ya he contado en mi entrada sobre la lactancia, a los 8 meses y medio dimos por finalizada nuestra feliz lactancia.

El balance de mi vuelta al trabajo es positivo. Necesitaba esa parcelita de pensar en otras cosas además de pañales, purés, horas de siesta, etc. Necesitaba el contacto con el mundo adulto. Necesitaba tener otras responsabilidades además de cuidar de mi bebé. Tenía ganas de arreglarme. Muchos días durante mi baja acababa cansada de bebé, suena fatal, lo sé, pero estoy segura de que a muchas os pasa también. Ahora salgo pitando cada día deseando encontrarme con mi niño y disfrutarle toda la tarde, salir a la calle, jugar, bañarle, darle la cena...Por suerte a las 5 de la tarde ya estoy en casa (ahora en verano hasta como en casa), así que tengo toda la tarde por delante para estar con él.

Es cierto que te pierdes cosas. El primer gateo del Gnomito lo vio mi suegra. Yo lo supe por teléfono. Me dolió perderme ese momento. Pero intento normalizarlo y no dramatizar. Me pasará con muchas otras cosas.¿Cuando vaya al colegio? Habrá un primer día en el que escribirá su nombre. O enceste un balón. O coma fabada. Qué se yo. No podemos estar encima de nuestros hijos toda la vida y a cada momento.

Así que disfrutaré de sus primeras veces CON NOSOTROS. Es decir, el primer gateo de su vida fue en casa de la abuela...pero por la tarde nosotros le vimos gatear por primera vez, y con eso me quedo.

Mi conclusión es que cada uno tiene sus circunstancias en la vida. En mi caso me toca volver al trabajo. Me perderé cosas, pero podré darle otras gracias a tener un trabajo. Creo que hay que tratar de aceptar cuanto antes cuáles son tus circunstancias y aprender de esa CAPACIDAD DE ADAPTACIÓN que tienen los bebés, y sobre todo no dramatizar.

Es curioso que este post lo escriba hoy, día en el que a mi niño le ha salido su primer diente....y yo lo haya sabido por teléfono porque la primera en darse cuenta ha sido la abuela....



2 comentarios:

  1. Me encanta la foto que has puesto, es tan real.
    yo estoy consiguiendo seguir con la lactancia porque solo hace una toma fuera y ya noto la dificultad para sacarme la leche suficiente. De momento no me planteo otra cosa porque apenas come nada más.
    al igual que tú, la vuelta al trabajo hace que después me dedique a él más y mejor, aunque yo sigo lidiando con lo de perderme cosas.
    envidio que os llevéis tan bien con las abuelas, en mi caso es la única fuente de conflicto.

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  2. Me ha gustado muchisimo la entrada. Qué penita cuando te tienes que reincorporar pero qué bien te sientes cuando todo va cuadrando y todos están tranquilos. Es verdad que te pierdes cosas pero los ratos que estás con ellos intentas que sean más valiosos. Yo lloré al dejarlas en la guarde con 4 mesecillos. Lloré con las dos. Y me sigue doliendo perderme cosas. Pero creo que hemos ganado otras muchas y, como tu dices, tienen gran capacidad de adaptación y sobre todo no hay que dramatizar ;-)

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