Miedo
me daba a mi el tercer trimestre. Me iba a pillar todo el verano, yo que
siempre he tenido la circulación regulín, ya me estaba temiendo problemas de
varices, piernas hinchadas, etc. Y no andaba muy desencaminada, aunque luego no
fue para tanto. Conseguí librarme de las varices. No así de las piernas y pies
hinchados. A veces lo único que podía ponerme eran las chanclas de la piscina!
Pero bueno, todo fue bastante llevadero. Me metía en la piscina todo lo que
podía, era un gustazo, en el agua no me pesaba la barriga, y se me pasaban los calores
que tenía. Eso sí, ya para ir acostumbrándome, empecé a no dormir del tirón.
Necesitaba ir al baño al menos 2 veces cada noche, muchas veces me despertaba
con calambres en las piernas, y otras con alguna postura del Gnomito que me
causaba dolores o incomodidades, otras veces me despertaba muerta de calor…en
fin, que todo el mundo te dice que aproveches a dormir, que luego no
podrás…pero era imposible!!
Aún
así me encontraba bastante bien y aguanté trabajando hasta la semana 36.
Durante
estos últimos meses de embarazo, nos dimos el capricho de hacernos la ecografía
en 4D. Para mi también llamada eltimodelaestampita. Pero bueno, eso es cosa de
mi y mi gnomito. Y es que el muy jodío no se dejó ver. Tenía los pies, las
manos y el cordón, todo junto, en toda la cara. Conseguimos verle algo de la
cara unos segundos, pero se veía fatal. Lo más bonito fue ver cómo se agarraba
un pie con la mano. Según pasaban los minutos el Gnomito se escondía más y más,
hasta que la ecógrafa se rindió. No me mandó comer chocolate, darme un paseo y
volver a ver si había cambiado de postura. Simplemente me dijo que se había
escondido y no se le veía. Claro que cogimos la eco por una oferta muy barata de
Groupalia, si ya me lo dice mi madre, que nadie da duros a peseta…
Pues
no contentos con eso, otra vez por Groupalia, vimos una oferta para una sesión
de fotos profesional. Yo es que estaba tan feliz de estar embarazada que no me
bastaba con las fotos caseras, yo quería unas fotos “bonitas” de mi embarazo.
Me llevé hasta 2 modelitos para hacerme las fotos. Menudo corte pasé. Las fotos
no están mal, pero a mi se me ve muy forzada. Nos ponían a Papi y a mi delante
de la cámara, y el fotógrafo “venga, haced algo, divertiros, jugad, haced
gestos, moveros, reíros”….¿Cómo? ¿Que nos divirtamos? Los dos plantificados en
una sábana negra con un fotógrafo delante y una chica diciéndonos donde
teníamos que ponernos. ¿Cómo se “divierte” uno así? En fin, ahora cuando veo a
las modelos posando delante de una cámara haciendo bailecitos y carantoñas,
valoro mucho más su trabajo. A mi me resultó imposible y eso se nota en las
fotos. Pero bueno, quedaron bastante bien al fin y al cabo.
Un
momento muy especial de la última etapa del embarazo fue un día de Eurocopa,
que jugaba España. Habíamos quedado con mis compañeras del trabajo, en casa de
una de ellas, para ver el partido y hacer un concurso de tapas. Cada uno
llevaría una tapa y votaríamos a la tapa ganadora.
Además
nos pidieron que lleváramos sillas plegables, para poder sentarnos todos. Y
allí que fuimos, Papi y yo. Yo con mi bandeja de champiñones rellenos (mi tapa
concursante), y Papi con 2 sillas plegables en cada mano. Y según entramos por
la puerta….SORPRESAAAA! Una baby-shower en toda regla! Al principio me sentí
confundida, ¿sorpresa? ¿sorpresa de qué? No entendía nada. Estaban mis
compañeras de trabajo, sus maridos y sus hijos…y de repente entre toda la gente
asoman mi hermana y mi sobrina! Entonces entendí que la sorpresa era para
nosotros, me fijé en la decoración que se habían currado, y comprendí que era
por el Gnomito, que era una baby-shower….y me emocioné muchísimo! Fue un
recuerdo precioso, lleno de detalles, que Papi y yo recordaremos toda la vida.
Si alguna de mis compis me lee, de nuevo os doy las GRACIAS, fue un regalo precioso,
os quiero!
Y
así fueron pasando las semanas. En las ecografías, el Gnomito iba creciendo
bien, todo iba perfecto. Solo había un pero. El Gnomito estaba de nalgas. Me
decían que aún había tiempo, que muchos bebés se giran en el último momento. Pero
pasaban las semanas, y no se giraba. No me hacía falta una eco. Yo notaba
perfectamente su cabeza debajo de mis costillas. Sus patadas me daban en la
vejiga.
Me
dieron mil y un consejos para que se girara. Hacer la postura del gato erizado:
Y
yo todas las noches mientras veía la tele, dale que te pego espalda para
arriba, espalda para abajo. Nada.
Que
anduviera mucho. Y todos los días al anochecer, andaba entre una hora y dos.
Nada.
Que
nadara como los delfines. Esto era lo mejor. En la piscina tratando de hacer
los saltitos de los delfines, aunque yo con mi panza parecía una ballena más
bien. El momento glamouroso vino cuando un día de piscina con amigos, me puse a
hacer “el delfín-ballenato” y se me bajó la braguita del bikini. En fin…momento
para olvidar. Y decir “braguita” es demasiado fino para la super-mega-braga de
mi bikini pre-mamá, por cierto.
Todos
mis intentos porque el Gnomito se girara no dieron resultado. En mi hospital me
dijeron que en estos casos no se arriesgan a partos de nalgas, y menos con una
primeriza. Había oído hablar de cierta maniobra para girar al bebé, pero tenía
riesgos y en mi hospital tampoco la practicaban. Así que iba directa a una
cesárea.
Cesárea
programada, para más INRI, ya que preferían programármela unos días antes de
salir de cuentas, para evitar que me pusiera de parto y tener que hacerme una
cesárea de urgencia.
Aquí
mi ánimo decayó mucho. Había soñado con parir a mi hijo, con estar con Papi en
ese momento, con sentirle sobre mi pecho nada más nacer y no separarme nunca
más de él. Quería sentir los nervios al decirle a Papi “vámonos al hospital,
que ya viene”, me imaginaba tratando de sobrellevar las contracciones, me
visualizaba empujando. Y todo eso se me vino abajo. Nunca se me pasó por la cabeza
que el Gnomito naciera por cesárea. Me había informado mucho sobre cómo iniciar
la lactancia, y quería que mi bebé reptara por mi cuerpo hasta encontrar mi
pecho. Y no podría experimentarlo. Pensé que la lactancia ya estaba echada a
perder, pero eso será motivo de otra entrada.
Yo,
que me mareaba con un análisis de sangre, tendría que pasar por una cesárea. Me
daba muchísimo miedo.
Era
la semana 38. La última eco. La última oportunidad de evitar la cesárea. Yo ya
sabía que el bebé seguía de nalgas, lo notaba perfectamente. Y así fue. Salí de
la consulta con una fecha que cambiaría nuestras vidas para siempre.
El
30 de Agosto de 2012. Mi
bebé nacería por cesárea en la semana 38+6…